Cuento de navidad inmobiliario

En nuestro post de hoy os dejamos un cuento de navidad de la mano de Marcial Bellido Muñoz, Presidente del grupo IPE

Cuento de Navidad inmobiliario

Era una mañana fría. Corría el viento de siempre, aún así nos quejábamos de nuestro buen tiempo.

Un arquitecto, con su flamante Volvo, se dirigía al colegio de Mario, su primogénito que acababa de cumplir ocho años. Era Navidad y ya por todas partes se oían los villancicos.

Llegó como siempre muy apurado aunque esta vez su testigo no estaba para bromas, era la enésima vez que lo esperaba; “una vez más mi padre me falla”. Decía consternado sin dejar de repetirlo.

Menos mal que, como en los últimos años, estaba Marina acompañando a su hijo con la cámara a cuestas. Una cámara y, últimamente, también con Luisa y Jacinta,  sus dos últimas hijas de cuatro y dos años respectivamente.

Mario hijo lo sabía y no lo esperaba. Pero esta vez cuando los niños saltaban al “mayor teatro del mundo”, según ellos a su escenario, en ese momento apareció el padre, que surgía en el salón como si hubiera estado siempre, seguro, acalorado pero manteniendo el tipo.

“Todo bien”  le contó a una resplandeciente Marina, que por fin iba a presentar su marido a las amigas que aún se preguntaban si estaba vivo.

Mario rápidamente la puso al tanto y le habló de los últimos acontecimientos, entre ellos que le habían echado para atrás el último proyecto, pues la promotora había cerrado inopinadamente. Iban cinco ya en el último semestre del año. Corría 2007.

El estudio de Mario era de los clásicos, también de los grandes. Lo heredó a su vez de su padre, un viejo arquitecto de los de bata blanca, y estaba formado por un número que oscilaba entre los doce y los quince técnicos y otros tantos delineantes que iban y venían por el despacho, amén del personal administrativo. Casi 500 m2 de local que eran los bajos de uno de los edificios más emblemáticos que WP Arquitectos (así se llamaba el fundador) había diseñado. Su especialidad era proyectar y dirigir obra. En ese terreno se movían como nadie o como muchos, al fin y al cabo de eso vivían, muy bien, y era eso lo que unos y otros le habían enseñado.

Aquel nuevo edificio que no se construiría era uno más de tantos. Como aquel, muchos de ellos se quedaron en los cajones, al fin y al cabo qué más daba. Eran tres médicos calculando juntos: “una promoción en marcha”; de eso se trataba, no siempre las cosas habrían de salir. En cualquier caso, la arquitectura estaba dando altos rendimientos. Era la época de la fiebre por construir, por hacer viviendas. España estaba atravesando un momento espléndido. Al cambio de moneda, especialmente con Gran Bretaña, había que añadir un afán donde banca, empresas, particulares, incluso ayuntamientos, veían en lo inmobiliario la salida “fácil” a un afán desmesurado por hacer dinero. Nadie pensaba en  lo que necesitaba,  lo hacía según quería conseguir y lo inmobiliario era el camino más sencillo. La cuota hipotecaria había llegado a límites desconocidos, la pregunta era: ¿se podía bajar más?

Con estos antecedentes, que uno o varios edificios se quedarán  en el camino sin hacerse no tenía mayor importancia.

Mario había hecho muchas veces la radiografía y sabía que la corriente de promotores que pasaban por su despacho para conocer su opinión sobre determinados suelos no era sino una premonición de lo que este Sector era y de su prestigio entre unos y otros. Había conseguido de algunos ayuntamientos importantes, la puesta en valor de varios terrenos y con ello hacerles ganar a los promotores mucho dinero. Las consultas se repetían. “Ya  pagarán” decía.

Cuento de Navidad: Primera etapa

Llegó como para todos la Navidad del 2007 y  Mario padre e hijo, Mariana y sus hijas volvieron a bajar a Sierra Nevada, donde tenían un apartamento que visitaban poco pero que era cita obligada en Nochebuena.

Allí pasaron el día 25 y recibieron el nuevo año. Solo Mario llamó a la oficina el día 30 y habló con el bueno de Arcadio, toda una vida dedicada a aquel estudio, quien le confirmó lo que ya sabía: como cada año, los finales son malos.

Desde entonces ha pasado un lustro y lo que entonces se vio como un nuevo final de año se convirtió en la más  profunda de la crisis y lo que es más importante, el cambio más revolucionario que jamás se haya conocido.

Para Mario las cosas pasaron por muchas  y diferentes situaciones. La primera de ellas es que no admitió lo que estaba ocurriendo, lo  achacó a una pura especulación y por tanto era cuestión de tiempo.

Lo cierto es que llegó el 2012, en esta primera etapa aún no se veía el final de aquel túnel. Fueron estos años muy complejos y con caídas de actividad muy pronunciadas. Las estadísticas lo decían todo y ya apuntaban a que se tardaría diez años en volver a los precios previos a la crisis, era, una vez más, cuestión de tiempo. Durante el mismo,  las cosas apenas cambiaron por el Estudio y, salvo algunos ajustes, se tiró con lo existente en un nuevo ejemplo de la fuerza de WP Arquitectos. Pese  a todo, aquel grupo de técnicos se enfrentaba a una situación insospechada.

Desde el punto de vista personal, apenas tampoco hubo cambios. Las cosas eran como siempre pese a que ahora se tiraba del ahorro. Era una situación que se “sabía” duraría tiempo, por tanto tocaba tirar del ahorro que afortunadamente se tenía.

 Segunda etapa

Fue en la segunda etapa cuando Mario vio que algo de verdad estaba ocurriendo.

Cuando se sentó con los profesionales del despacho observó cómo, salvo uno, los doce técnicos le negaron  seguir  adelante, pasase lo que pasase. Pidió ayuda para paliar la situación y esa ayuda fue únicamente la compensación en sueldo. Otros Estudios lo estaban logrando y por eso lo que se les pedía era inaceptable, querían su sueldo o la indemnización.

Mario no tuvo más alternativa, paulatinamente fue liquidando a la vez que pagando como pudo a todos sus antiguos compañeros, personal administrativo incluido. Del total una cifra que a la vista de los acontecimientos resultaba muy difícil abordarla. Rápidamente Magistratura, bien es cierto que solo en algunos casos, intervino. Aquello parecía que se descomponía.

En casa las cosas lógicamente también cambiaron.  No obstante al hablar de hijos, el mayor de sus hijos, el pequeño Mario, se acercada a los trece o catorce años y aunque ya se vislumbraban algunas cosas, hay que decir que apenas se notaba de dónde venía el dinero y sobre todo en qué se empleaba. Con todo se oyeron reproches.

Tercera etapa

Llegada la tercera etapa, la situación se hacía cada día más insostenible. Estamos en el período 2014–2016. Todo seguía igual y lo que era más importante, ahora nos preguntábamos si este país sería capaz de soportar tantos técnicos cuando el nivel de los proyectos visados, sólo en lo privado se había visto descender a un cinco por ciento. Digo bien, SOLO UN CINCO POR CIENTO, de lo que fue. Posiblemente la mayor caída que jamás se recuerde y que por ende ha afectado y sigue haciéndolo a una gran cantidad de empresas en este sector y en los demás por pura simpatía.

Para WP Arquitectos  había  llegado el momento de la gran decisión, dentro y fuera del Estudio.

Mario hijo, por su parte, tenía que decidirse; qué estudiar, dónde, con quién. Estudiar en las actuales circunstancias se volvía complejo. Estudiar una carrera era una quimera y aquí estaba entre lo que le pedía el cuerpo y la situación, las salidas y sobre todo las actuales circunstancias económicas le permitían, ahora y no se sabe si también en el futuro.

Los casi dieciocho años de Mario lo ponían en un brete, su pasión o su devoción, Arquitectura o Económicas.

Para colmo  las cosas en casa no  iban mejor. Lo que en un principio fue ayuda y comprensión, ahora era someramente, a veces incluso sin titubeos, una constante disertación de lo mal que se había hecho, de lo tarde que se había actuado y, especialmente, con los trabajadores a los que nunca se debía haber hecho de plantilla y menos aún perder el tiempo y el dinero con ellos explicándoles el “origen de las constelaciones”.

Mario padre se debatía en un conjunto de sentimientos contrapuestos:

  • El respeto de su mujer.
  • El calor y la comprensión de sus hijos.
  • El apoyo de sus más inmediatos colaboradores.
  • ¿Hasta cuándo?
  • Sus ahorros se habían terminado.
  • Un Estudio muy sonado, que había heredado…

Y llegó de nuevo la Navidad. Corrían los últimos días de 2016…

Mario no pudo con la situación (otros le llaman estrés) y desertó. Aunque quisiera, no podía y la única solución fue ponerse al abrigo de los demás. Dejó a la familia, dejó la empresa a su suerte, y posiblemente lo más importante, se dejó así mismo.

La situación se hizo crítica: en su casa se le pedía acción, en la oficina dirección, los bancos asunción de lo pactado y él no hacía ya otra cosa que tirarlo todo por la borda.

La mañana del 23 de diciembre de ese año, pudo ver cómo de una consulta, alguien salió. Le brillaban los ojos, cenaría en su casa, con los suyos, luego ya se vería…

Le miró, lo acompañó unos metros, e incluso le pregunto: “¿Por qué?”

No entendía nada, le acababan de reafirmar que padecía una enfermedad sin apenas cura y después de mil pruebas volvía a un médico que no hacía otra cosa que reafirmar lo que ya otros le habían dicho: en muy poco tiempo, casi seguro, dejaría de vivir.

Sí, muy pocos días,  pero estas Navidades volvería a casa, con todos. Y viviría cada momento que la vida le permitiera saborear. Eso le importaba por encima de todo. Lo demás quién lo sabía.

Su corto plazo era ahora mismo, para el medio se conformaba con mañana y en el largo…

Quería ser feliz y hacer feliz a los que con él estaban. Lo demás le resultaba absolutamente indiferente.

Miró a Mario, le preguntó acerca de su vida, sobre su situación y no pudo menos que echarse a reír.

¿Qué le faltaba a Mario? Nada.

Lo miró y le pidió verse con él al día siguiente, quedarían el día 24 de diciembre en el mismo sitio y a la misma ahora para contarle lo que en 24 horas había hecho.

Pasaron rápido esas horas. – Aquel hombre nunca imaginó que Mario estuviera. Él acudió a su cita y a las 12 del mediodía, cuando se cumplían las 24 horas, Mario apareció, se sentó y le contó:

“Lo primero que he hecho es hacerme un retrato de lo que hoy es mi vida. Me he preguntado quién soy y para qué sirvo, qué quiero hacer de mi vida y qué necesito. Después he pedido disculpas, ya no soy infalible (nunca lo fui) y he hecho cuentas con los demás de lo que se necesita. Con algo de economía y con los réditos de la oficina (para qué quiero 500 m2) podemos vivir Marina y mis hijos y ser felices. Posiblemente tengamos que trabajar el matrimonio y algunos de los caprichos tendrán que desaparecer, al menos de momento, y qué más da. Me quedan los que aún están en la oficina. Ya sé a dónde voy y a quién de ellos necesito conmigo.”

Bien Mario, le dijo aquel hombre. ¿Qué te queda?

Él respondió: HACERLO

 FIN

Esperamos que el cuento de navidad os haya gustado y que disfrutéis estas fechas con los más allegados llenos de amor y felicidad.

¡Feliz Navidad!

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